jueves, mayo 31, 2007

Cuantas veces al día


La última campaña del hogar de Cristo si no me equivoco o algo relacionado con el curita Hurtado señala por las radios y los televisores:
"Ser pobre no es una opción, ayudar sí".
Yo les respondo:
pero, "ser pobre no es una opción, mantener el sistema sí lo es, ayudar en la medida de lo posible también".
Se sigue creando en el imaginario colectivo la filantropía alienada, los mensajes de los medios se incrustan y se quedan en las buenas intenciones, en el sentido común que estan "aquellos" y estamos nosotros con la suerte "divina" para ayudar. Patrañas..
curas reformistas...

viernes, mayo 25, 2007

Generalidades-Género. Atisbos de algo como un ensayo

NORMATIVIDAD DEL GÉNERO; REFLEXIÓN EN TORNO A FOUCAULT Y BUTLER CON RESPECTO DE LO “PSICOPATOLÓGICO”.

“El sexo no es una fatalidad, no; es una posibilidad de vida creativa.”

“Debemos, más bien, crear una forma de vida homosexual. Un convertirnos en homosexuales.”

-Michel Foucault.

Por Pablo Silva Chavalos

El siguiente ensayo intenta esbozar una reflexión de por si extensa, llena de inflexiones, disputas y encarnizamientos, que tienen sus efectos tanto políticos, científicos y subjetivos.

El tema a considerarse es la psicopatología social respecto a la normatividad del género durante el siglo XX, tomando como referentes intelectuales a Michel Foucault y Judith Butler, lo que me posiciona en un marco epistemológico posmoderno; que tiene sus raíces en Nietzsche.

Dentro de este marco importa subrayar la idea de que aquellos ideales o concepciones “metafísicas” solo expresarían el pensamiento y la valoración que tienen ciertas sociedades en un momento histórico determinado, siendo estas contingentes, no expresando la esencia de ciertas “verdades”, esencias escondidas de un mundo inmutable, invariable, a la espera de ser encontradas.

Foucault en el primer tomo de “La historia de la sexualidad”, nos señala que la “sexualidad” llega a conformarse en el siglo XIX como un dispositivo de poder; poder difuso, técnicas dispersas, que a través de diversos discursos prescriptivos señalan la “norma”, como lo que está fuera de ella. No se trata pues de aceptar una hipótesis represiva en torno a la sexualidad; en palabras del autor: “Mucho más que un mecanismo negativo de exclusión o rechazo, se trata del encendido de una red sutil de discursos, de saberes, de placeres, de poderes; no se trata de un movimiento que se obstinaría en rechazar el sexo salvaje hacia alguna región oscura e inaccesible, sino, por el contrario, de procesos que lo diseminan en la superficie de las cosas y los cuerpos, que lo excitan, lo manifiestan y lo hacen hablar, lo implantan en lo real y lo cominan a decir la verdad: toda una titilación visible de lo sexual que emana de la multiplicidad de los discursos, de la obstinación de los poderes y de los juegos del saber con el placer”.[i]

Por tanto, existe para él un cierto “delirio ilustrado” por llegar a los resquicios más profundos y más “verdaderos” del ser humano por parte de la clase dominante.

Podemos decir desde esta perspectiva que desde hace un par de siglos ha existido un cierto “pánico social” en el ámbito de la sexualidad, una ansiedad generalizada en las esferas del saber, donde resulta evidente que el llamado a la monogamia y al coito genital heterosexual exclusivo han determinado un sin número de discriminaciones tales como el dominio del hombre sobre la mujer y la patologización de las sexualidades “anormales”, “desviadas”, “enfermas”, “indecentes”.

La “heteronorma” se implanta como ley y sólo es capaz de sobrevivir mediante la exclusión, la humillación y la patologización del “pueblo no deseado”.

Cabe preguntarse entonces si ha sido legitima la vía de estos saberes por implantar la naturalización de lo que es en sí el ser “hombre”, “mujer”, como la estigmatización de las diferentes “perversiones” como la “homosexualidad” o el transgénero, por el “filantrópico” deseo del progreso de las “ciencias humanas” (no tan humanas en la medida que de alguna manera siempre han legitimado el exterminio).

De esta forma la Psicología durante el siglo pasado, no deja de ser parte de estos engranajes de poder, siendo tanto el conductismo como el psicoanálisis, sus más fieles contribuyentes a la cura de las perversiones y el mantenimiento del patriarcado.

Butler comulga con Foucault en la idea de que la norma sexual institucionalizada no es otra cosa que ciertos anclajes de un poder hegemónico que se auto naturaliza e impone su ley, sin embargo tiene un planteamiento más complejo y exhaustivo en torno al género.

Butler asume la influencia de la famosa frase de Simone de Beauvior: “No se nace mujer, se hace” por lo que define el género como: “el aparato a través del cual tiene lugar la producción y la normalización de lo masculino y lo femenino con las formas intersticiales hormonales, cromosómicas, psíquicas y performativas que el género asume.” [ii]

Sin embargo esta noción implica adoptar el binarismo “hombre-mujer”, “masculino”-“femenino”, por lo que argumenta: “Asumir que el género implica única y exclusivamente la matriz de lo “masculino” y lo “femenino” es precisamente no comprender que la producción de la coherencia binaria es contingente, que tiene un coste, y que aquellas permutaciones del género que no cuadran con el binario forman parte del género tanto como su ejemplo más normativo. Fusionar la definición de género con su expresión normativa es reconsolidar, sin advertirlo, el poder que tiene la norma para limitar la definición del género”[iii].

Sin duda en el género operarían mecanismos de regulación potentes, que impiden replantearlo, fuera de lo normativo. El argumento de la autora en este punto se mantiene lúcido: “Desviarse de la norma del género es producir el ejemplo aberrante que los poderes reguladores (médicos, psiquiátricos y legal, por nombrar algunos) pueden rápidamente explotar con el fin de reforzar las razones fundamentales para la continuidad de su propio celo regulador” [iv]

Butler, basándose en la idea de la contingencia, ve la posibilidad política de ampliar las diferentes gamas de combinaciones posibles de género, en esto consiste su proyecto utópico; criticando que las normas imperantes nunca se explican pero siempre se dan por sentadas.

La crítica a la sociedad del siglo XX y buena parte aún de la nuestra, puede centrarse en la perspectiva de esta autora en el menoscabo de la autonomía en el ser humano. En las normas patologizantes que instala no se ve a si misma como una sociedad patologizada por la norma. Por ejemplo la diagnosis de GID (Gender Identity Disorder) según los criterios del DSM-IV, presume que el transgénero, (o al niño que se le diagnostica) siente angustia, incomodidad y una sensación de inadecuación a su género, todo dentro desde un nivel muy individual, “psicológico”, personal; por “algo” que ocurre dentro del individuo. Sin embargo no se indaga si realmente existe un problema con las normas de género, que obviamente se ven como fijas e inmutables. (Butler, 2004)

De esta forma el problema se formula desde la persona que “padece” el trastorno, y no se plantean los efectos que tiene sobre las personas los efectos sociales que aluden siempre a normas inmutables e insustituibles, que han dejado de lado por años a millones de personas en todo el mundo y han restringido la libertad del género a crearse, a construirse creativamente.



Notas:

[i] Foucault, Michel, Historia de la sexualidad: La voluntad de saber, pp.91, Siglo XXI, Argentina, 2001

[ii] Butler, Judith, Deshacer el género, capítulo 2: El reglamento del género, pp.70, Paidos Studio 167, España, 2004

[iii] Ibid

[iv] Butler, Judith, Deshacer el género, capítulo 2: El reglamento del género, pp.90, Paidos Studio 167, España, 2004